martes, 28 de enero de 2014

Una distopía católica




Ediciones Cristiandad ha tenido la excelente idea de reeditar esta extraordinaria novela de R. H. Benson, publicada por primera vez en 1907, ocasión en la que se convirtió en un best-seller. Lejos de envejecer, este libro ha cobrado con los años una enorme actualidad, sobre todo si se toma en cuenta que el autor ubica los acontecimientos que narra justamente en nuestra época, a principios del siglo XXI. Fue, en este sentido, una novela futurista y quizás la primera obra del género de las distopías. Como virtualmente escribe sobre nuestro presente, nos toca a nosotros juzgar la pertinencia de su intento y, a mi juicio, el balance es muy favorable para la clarividencia del autor.

R. H. Benson a los 35 años
Benson, como el Cardenal Newman, fue un converso del anglicanismo al catolicismo. Era hijo nada más y nada menos que del Arzobispo de Canterbury y se educó en Eton y Cambridge. Como Newman, era toda una personalidad en la Inglaterra de su tiempo. Su profunda visión teológica encontró expresión, más que en tratados teóricos, en una vasta obra literaria. Sus novelas son una suerte de “teología narrativa” de gran calado y el mejor ejemplo de ello es, justamente, Señor del mundo, que yo no tendría ninguna duda en llamar un tratado de escatología fundamental.

Naturalmente, Benson no podía acertar con respecto a los acontecimientos que se iban a desplegar a lo largo del siglo XX. La historia no es nunca predecible. En lo que sí acertó fue en lo que yo llamaría el desarrollo profundo de las tendencias metafísicas y culturales que cristalizarían en la centuria que tenía frente a él. Cuando Benson escribe, está teniendo lugar ya en el seno del catolicismo el surgimiento del modernismo. Es decir, la idea de que el cristianismo tiene que adaptarse al humanismo ilustrado y moderno para poder ser viable y pertinente en el mundo actual. Benson percibe con claridad que esta tendencia va a tener mucha importancia en las décadas por venir. En su hipotético futuro nos encontramos con un mundo en el cual el humanismo, el socialismo y la “religión positivista” de Comte han logrado construir una suerte de utopía humanitaria que, sin embargo, es en realidad una profunda mentira y, precisamente, el reino nada más y nada menos que del Anticristo, que en perfecta coherencia con la revelación bíblica ―sabia y hondamente leída por Benson―, va a ser un líder inmensamente popular y “humanitario”. El engaño del Anticristo es así tremendamente sutil. Puede confundirse fácilmente con el Evangelio, pero es justamente su contrario, como sucede en el famoso fresco de Luca Signorelli en la Capella di San Brizio, donde éste aparece como un personaje sospechosamente similar a Cristo, pero que tiene, para quien sepa verlo, al Demonio susurrándole al oído.

L. Signorelli: Predica e punizione dell'anticristo (detalle)

Nuestro mundo se parece mucho al de la ficción de Benson. No sólo porque éste logra prever algunos de los adelantos tecnológicos de los que hoy en día disfrutamos, a la manera de Julio Verne, sino porque si hay algo que nos caracteriza es la creencia en el “evangelio secular” de un mundo “humanista” en el que somos capaces de alcanzar la felicidad del hombre solo con nuestros esfuerzos, con el poder de nuestra razón y siguiendo la guía de la “naturaleza” que  nos habla a través nuestros instintos y deseos. Un mundo completamente inmanente, volcado sobre sí mismo y cerrado a la trascendencia y la alteridad de Dios. En la distopía de Benson es la Iglesia quien se mantiene fiel a la verdad y no cae en este engaño “sub angelo lucis”, pero  lo que más inquieta de una lectura de la novela es darse cuenta que, cien años después, esta confusión entre el reino de Dios y el reino del hombre se ha hecho presente, por la fuerza de la cultura ambiental, incluso dentro del ámbito mismo del cristianismo: muchas “teologías” y prácticas pastorales contemporáneas han resbalado sutilmente por esta pendiente y han terminado por obrar una suerte de reducción del cristianismo a una ética socio-política, que ve en la Escritura, la Tradición y el Dogma tan solo una especie de “soporte simbólico” que vehicula unos ciertos valores universales y en la liturgia una “celebración de la praxis” de una Iglesia entendida como una comunidad intramundana comprometida en la realización de un vago programa sociopolítico o filantrópico, cuando no en la franca colaboración con algún régimen “revolucionario” de los que de vez en cuando alzan cabeza en el mal llamado “tercer mundo”. Esto no es otra cosa que una completa secularización de la fe cristiana, por la vía de la erradicación de toda dimensión sobrenatural y por obra de una falsa y falaz contraposición de lo “pastoral” frente a lo “dogmático”. Lo cierto es que lo realmente ortodoxo —o realmente “ortopráxico”, como otros gustan decir— es el primado ontológico de la verdad sobre la caridad, como muy bien ha enseñado Benedicto XVI en su notable encíclica Caritas in veritate. El agape, para que sea cristiano, es un amor en la verdad, un amor que brota del Logos, animado por el Espíritu Santo. La filantropía divorciada de la verdad puede derivar en grandes extravíos, como muy bien lo ve Benson: en su novela, uno de los máximos “logros” de la civilización anticrística es, por ejemplo, la eutanasia, que a los ojos de todo el mundo aparece como una cosa muy “humanitaria” y hasta compasiva.

Dicho en términos de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, el Anticristo no es un tipo como Hitler: el Führer y su obvia y descarnada maldad viene a ser una “tentación de primera semana”, una seducción a obrar un mal demasiado evidente. Es más bien, una tentación de “segunda semana”: un líder “humanitario”, “filantrópico”, “justiciero”, que oculta su perversa intención bajo la apariencia de bien (sub angelo lucis, dice San Ignacio), y que por lo tanto es mucho más peligroso, porque su seducción es también mucho más sutil. No es Hitler, sino el Che Guevara, que era también un asesino psicópata, pero que ha sido estilizado como una especie de santón de la juventud y sus muy loables anhelos de justicia. Como se sabe, el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.

Es justamente sobre ese extravío posible que advierte la novela de Benson y su lectura es muy pertinente justamente para el momento actual que vive el catolicismo. Frente al peligro de la mundanización y la secularización de la Iglesia, hay que recuperar el horizonte escatológico, metafísico y sobrenatural del cristianismo. Porque, como dijo el Papa Francisco en unas de sus declaraciones recientes, la Iglesia no es una ONG.

Finalmente, es bueno acotar que la densidad teológica de la novela no implica que se trate de una lectura pesada. Por el contrario: es una novela muy ágil, interesantísima y provoca leerla de corrido. Ese es otro de los indicadores de que estamos frente a un gran libro que ha sido injustamente olvidado: es, a la vez, entretenido y profundo.

Para aquellos lectores que lean en inglés, el texto original está disponible completamente gratis en su edición Kindle.

Robert Hugh Benson: Señor del mundo, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2013, 400 págs.

https://www.goodreads.com/book/show/18895456-se-or-del-mundo


sábado, 25 de enero de 2014

Santos de todos los días

Este libro del Archimandrita Tikhon ha sido un éxito de ventas en Rusia, su país de origen, y su traducción es también un best-seller en el mundo de habla inglesa. El autor es un monje ortodoxo ruso que nos presenta una galería de entrañables personajes que ha conocido a la largo de toda su vida y que son el testimonio vivo de lo que es la santidad realizada en la cotidianidad de la "vida escondida en Cristo" propia del monacato oriental. No es un libro de teología, pero el autor logra, sin ningún tipo de pesada teorización, mostrar con mucha claridad la profunda teología que subyace y da sentido a la vida monástica. Hay que tomar en cuenta que muchas de las historias del libro ―incluida la de la propia vocación del autor― tienen lugar durante los duros años del comunismo soviético. Estas historias dan cuenta de la heroica resistencia de la fe cristiana a los embates del Estado totalitario y a la absoluta incapacidad de los burócratas soviéticos para comprender aquel enemigo aparentemente débil que tenían delante y que pretendían borrar para siempre de la faz de la Tierra y que, sin embargo, terminó siendo un adversario formidable que nunca pudo ser reducido. Muestra que la fuerza de esa resistencia estaba, simplemente, en una vida hondamente enraizada en la verdad y no en la falsa ilusión que generaba el poder total que creían portar los esbirros de la dictadura comunista.

El autor es cineasta de profesión y su estilo tiene mucho de cinematográfico, hasta el punto de que resulta muy difícil soltar el libro y no caer en la tentación de leerlo de un tirón. Si no sucede, es simplemente porque es un libro bastante voluminoso y sería agotador no detenerse en algún momento. Además, las breves historias que lo componen merecen una serena atención y una buena dosis de reflexión. Es un libro para degustar. Además, está escrito con un extraordinario sentido del humor que a veces resulta hilarante. Si alguien pensaba que la vida de un monje es una cosa oscura, pesada y triste, se va a encontrar con todo lo contrario: vidas llenas de luminosidad, buen humor y una ligereza que nace de la profundidad de la oración constante y fiel. Y nótese que la alegría que transpiran estos personajes extraordinarios tiene, en la mayoría de los casos, el nada optimista trasfondo de la Rusia soviética, incluidos los períodos fundacionales del Estado totalitario comunista, el estalinismo, la II Guerra Mundial, el Gulag y los deprimentes años que siguieron a la muerte de Stalin.

El libro está escrito, además, de tal manera que una persona que no tenga ninguna creencia religiosa pueda disfrutarlo enormemente. Se asomará a una de las formas de vida tradicionales más antiguas que sobreviven en nuestro mundo hipertecnológico y podrá entrever dimensiones inéditas de la existencia humana que hemos dejado de lado, pagando un precio enorme, sin ni siquiera darnos cuenta.

Es una lástima que no haya todavía una traducción castellana. Es, sin lugar a dudas, uno de los mejores libros que he leído y no puedo sino recomendarlo.


 Archimandrite Tikhon: Everyday Saints and Other Histories, Prokrov Publications, 2012.


Un libro necesario

Este es un libro realmente importante, que sostiene una tesis con la que estoy totalmente de acuerdo: el problema de la pobreza y el subdesarrollo de Venezuela tiene su principal causa en el monopolio por parte del Estado de la propiedad y explotación de la riqueza petrolera. Más aún, esa riqueza monopólica del Estado petrolero es la base del «contrato social» sobre el cual se construyó la democracia venezolana, lo cual explica su rápido auge y crecimiento, pero también y sobre todo sus límites y su también rápida decadencia. Esta es una tesis muy importante y pienso, como la autora, que la posibilidad de un cambio positivo que enrumbe a Venezuela hacia la prosperidad económica y la estabilidad política pasa por asumirla con toda seriedad y en construir un orden político y económico cuyo «contrato social» esté fundado sobre otro modelo, en el que el Estado patrimonialista no tenga cabida. En este sentido, la autora tiene plena razón cuando ve que el chavismo y su descabellado intento de imponer una sociedad socialista completamente anacrónica es consecuencia de las radicales insuficiencias del modelo político y económico venezolano, sostenido en el monstruoso poder que la sociedad le otorgó al Estado al entregarle la propiedad y la gestión de los recursos petroleros. Ese modelo creó las condiciones necesarias para que, una vez alcanzados sus límites, el totalitarismo pudiera alzar la cabeza y apalancarse sobre los ingentes recursos de la renta petrolera, enfeudando progresivamente a toda la sociedad bajo la seductora imagen del Estado protector.

Es, también, un libro valiente y esperanzado, porque sus tesis son, por decir lo menos, muy polémicas para los venezolanos, que en gran medida basan sus esperanzas y su seguridad en la creencia de que el Estado todopoderoso y redistribuidor de la riqueza es la clave del buen gobierno y del progreso de la sociedad, para no hablar de aquellos que ven en ese diseño más bien la posibilidad de parasitar cómodamente a través del tráfico de influencias y la corrupción. Es por eso un libro que debe ser leído y discutido en el país, porque las tesis que muestra son claves para sacar a Venezuela de la crisis y es necesario que empiecen a ganar simpatizantes en la población. Para que esa propuesta se haga realidad, es necesario que se vaya gestando un sujeto social y político que pueda liderar un nuevo consenso en Venezuela, que haga atractivas estas ideas y que pueda persuadir a los ciudadanos de que ellas constituyen una alternativa plausible y realista para el futuro. Por eso creo que este libro es una lectura obligada y me parece muy importante su difusión.

Ciertamente me hubiera gustado darle cinco estrellas al libro. Si no se las di, no es porque no me parezca cierto y muy lúcido lo que la autora sostiene, sino porque el libro tiene ciertas fallas que merecen ser comentadas. La principal es típica de la mayoría de los libros publicados en Venezuela, donde tendemos a confundir «editar» con «publicar»: el libro adolece de un mejor trabajo de edición. Una buena editorial no se limita a publicar los manuscritos, sino que los somete a un estricto y largo proceso de lecturas, relecturas y corrección, a fin de que el texto final esté libre de repeticiones, debilidades argumentativas y de ritmo, etc. Este libro no escapa a esa debilidad del paisaje editorial nacional. A veces el texto es innecesariamente repetitivo, contiene algunas citas redundantes que dicen lo mismo que la autora dice muy bien y con más solvencia y autoridad que la de los autores citados, lo cual las hace superfluas, molestas para la lectura y más bien interrumpen el hilo argumentativo. Por otra parte, el libro cierra con un epílogo de Emeterio Gómez cuyo lugar dentro del conjunto de la obra no se ve con mucha claridad. También me parecen un poco redundantes las dos entrevistas a dos protagonistas del “paro cívico nacional” del 2002-2003, ya que se privilegia un solo episodio de una larga historia, donde lo más importante, si la tesis de la autora es cierta, no son los sucesos acaecidos durante el chavismo, sino todo el proceso de constitución y crisis del petroestado venezolano. Además, ambas entrevistas reflejan prácticamente los mismos puntos de vista. Naturalmente, toda entrevista a un protagonista de un hecho histórico es siempre interesante, pero la verdad creo que están un tanto fuera de lugar en el contexto del libro, que hubiese exigido más bien entrevistas a protagonistas de todo el proceso histórico al que se hace referencia. Pero eso, claro está, hubiera convertido el libro en otra cosa: en un libro de testimonios. Por eso, pienso que un una próxima edición del libro debería prescindirse de estos erráticos epílogos, en orden a que brille con toda su luz el gran trabajo que la autora ha realizado.

Y una última cosa: el libro es muy difícil de conseguir. Lo que es muy paradójico, porque es una obra que debería tener más bien una mayor y mejor difusión, si es que quiere tener algún impacto político. Me permito sugerir que se haga un esfuerzo en mejorar su distribución, para que llegue a más lectores. Y no sería mala idea hacer una edición en libro electrónico, lo que lo haría accesible de manera fácil y económica a un público mucho más amplio.


Isabel Pereira Pizani: La quiebra moral de un país. Hacia un nuevo contrato social, Caracas: Artesano Editores-Cedice Libertad, 2013, 204 págs.

https://www.goodreads.com/book/show/18716933-la-quiebra-moral-de-un-pa-s-hacia-un-nuevo-contrato-social

Una nueva biografía de San Ignacio de Loyola

Sin duda, una obra monumental. Un ejemplo de biografía moderna, objetiva, rigurosa hasta el exceso, fiel a la más estricta metodología de la ciencia histórica. Pero allí justamente reside la tremenda limitación de esta nueva biografía de San Ignacio. El resultado de tanto rigor metodológico es la acumulación de una masa inmensa de datos sobre el personaje. Hay todo tipo de información, toda ella sustentada en la debida documentación. A veces, los detalles son prolijos hasta la quisquillosidad, sobre todo en lo que se refiere a las genealogías y relaciones de los sujetos que van apareciendo en el libro. Pero como buen historiador, el autor prescinde de todo aquello que pudiese ser "subjetivo" o estar "influenciado" por la intención de canonizar al protagonista, como por ejemplo, la Autobiografía o los escritos espirituales del propio San Ignacio. El resultado es un personaje vacío, enigmático, sin interioridad alguna, del que uno no se explica cómo es que llegó a ser santo. Y un libro larguísimo, que no se acaba nunca y que resulta sumamente aburrido, aunque, como en todo libro escrito con rigor, se entera uno de muchas cosas, como por ejemplo que San Ignacio sufría de una enfermedad espantosa que le causaba un aliento terrible. Es un buen ejemplo del problema subyacente a la idea de una biografía "científica", entendiendo por "científica" la pretensión de no referirse a nada que no pueda ser "probado" documentalmente y, sobre todo, de no dar por buena ninguna apreciación "subjetiva" que el biografiado pueda tener sobre sí mismo, sobre todo si ésta tiene que ver con asuntos que van contra la metafísica positivista y laica del biógrafo, que por principio no puede aceptar la realidad de los referentes religiosos en los que el santo vivió e interpretó su decurso vital (lo mismo vale para los testimonio de quienes lo conocieron). Así, naturalmente, se puede reunir un montón de información acerca de las circunstancias que rodearon a una persona, pero nunca será posible un acercamiento a la persona misma, que es lo que un lector de biografías espera encontrarse. Prescindir de lo que la persona pensó sobre sí misma, de lo que otros vieron en ella, de los atisbos a su interioridad que estos testimonios "subjetivos" pudiesen ofrecernos es un presupuesto metodológico válido, pero tan dudoso como cualquier otro. Esta biografía le quita a Ignacio de Loyola justamente aquello que lo hizo grande y digno de que siglos después alguien se tomase el trabajo de escribir una biografía suya: la santidad. Yo diría que esta es la biografía secularizada de un santo, un producto notable de nuestra era laicista y descreída.

Me quedo con la bella y ya un poco añeja biografía de José Ignacio Tellechea Idígoras: Ignacio de Loyola: solo y a pie.

Y, no faltaba más, con la propia Autobiografía del santo.


Enrique García Hernán: Ignacio de Loyola, Madrid: Taurus-Santillana Ediciones, 2013, 563 págs.

https://www.goodreads.com/book/show/18395323-ignacio-de-loyola